Psiquiatras que se enferman

A veces las personas comentan que los psiquiatras están locos o se convierten en enfermos en el transcurso de su práctica profesional, es una idea que se ha incorporado a buena parte del imaginario popular.
Nos observan cuidadosamente, incluso, en la búsqueda de alguna expresión conductual de anormalidad psíquica y, a veces, la encuentran ya que no somos inmunes a padecer ningún trastorno mental. No me refiero a las manifestaciones de insomnio, depresión, ansiedad u otras que todos podemos experimentar ante situaciones vitales que nos desbordan en algún momento y que entran en el rango de la normalidad del vivir cotidiano, generadoras de un sufrimiento humano que forma parte de la existencia.
No se puede psicopatologizar ese sufrimiento ni el malestar social, extendiendo los límites de la Psiquiatría hasta el infinito, convirtiendo en enfermos a quienes no lo son, acostumbro a decir en las clases a los alumnos de medicina y residentes de la especialidad.
Un trastorno mental, además del sufrimiento, se estructura en un conjunto de síntomas y signos llamados síndromes y repercute negativamente en el funcionamiento escolar, familiar, laboral y en otros escenarios. Muchos de los malestares que no son trastornos se agrupan en las clasificaciones bajo el rubro de problemas que no constituyen enfermedades, pero requieren atención como un consejo o una orientación.
He visto o he sabido de colegas enfermos, incluso con cuadros delirantes, es decir de funcionamiento psicótico. Recuerdo a uno en especial que se convirtió en alcohólico a raíz de que la esposa lo abandonara por otro hombre. Lo vi de lejos tirado en un portal, en un charco de orina, en la esquina de Infanta y San Lázaro. Por supuesto, desvié mi camino para no encontrarme con el hombre que conocí en pleno apogeo profesional.
En una sesión de la Sociedad Cubana de Psiquiatría un psiquiatra me atacó verbalmente con gran fuerza ante una afirmación sin mucha importancia que realicé. Iba a responderle pero, por suerte, a mi lado estaba el Profesor Ricardo González, quien me dijo en voz muy baja: “Es un bipolar, está en hipomanía. No le respondas. Y me contuve”.
El más dramático fue aquel que me mostró un libro, Manual de Suicidología.
- Mira lo que estoy leyendo. Es un tema sobre el que has escrito.
Una semana después se suicidó. Estaba ofreciendo señales que no fui capaz de captar e interpretar, porque no soy mago, ni omnisciente ni omnipotente, sino como otros seres humanos. Sólo soy alguien que intenta ayudar a los demás y que, como los otros, se deprime, se pone ansioso, se muestra paranoide o no duerme bien.
No se preocupen los lectores, la mayoría de los psiquiatras que conozco son muy saludables mentalmente.
Lorenzo Cañón ha entrado en mis sueños
En búsqueda de un limpiabotas encuentro a un delirante
Los psiquiatras lo que usan es “pastillitas” y “jarabe de pico”