En búsqueda de un limpiabotas encuentro a un delirante

En mi pueblo existió un limpiabotas en la calle principal que tenía un sillón, lugar al que acudían gran cantidad de personas, y había otro cerca de mi casa, que trabajaba en su propio domicilio, al que mi madre encomendaba la limpieza de los zapatos de la familia.
Retornan a mí las imágenes de Mauro y la de Ñango, ya desaparecidos, practicando su viejo y digno oficio. Sucios pero dignos.
Ahora emprendo la búsqueda por La Habana de un limpiabotas y al fin lo encuentro. Confieso que siempre he odiado limpiarme los zapatos. Me arriesgo con este señor.
- ¿Limpia?
- Sí, cómo no.
Comienza su faena y al rato comenta.
- Estoy preocupado.
La Psiquiatría me persigue por todas partes.
- ¿Qué le pasa?
- Tengo abandonada la propiedad. Son 30 caballerías con siembras y ganado. No confío en las personas que trabajan allí, porque pueden robarme las cosas. Eso me tiene preocupado, pero tenía que venir a limpiar zapatos.
Una persona que oye la conversación da vueltas a su dedo índice alrededor de una oreja, en señal de locura. Él no lo ha notado y continúa su faena hablando de su enorme propiedad, obviando la Ley de Reforma Agraria y la contradicción de su oficio con el caudal de riquezas que acumula.
Pérdida del juicio de realidad. Sin conciencia de enfermedad. Es un delirio de grandeza, megalomanía, como fue llamado por los psiquiatras clásicos. Pero no ha influido en su conducta y mantiene separado el mundo real, concreto, cotidiano, aislado del universo imaginario poblado de vacas, empleados y una gran extensión de tierra. Es casi un latifundista, que limpia zapatos. Evidentemente se trata de un limpiabotas con un trastorno delirante.
El trastorno delirante está caracterizado por la presencia de una o más creencias falsas firmemente asentadas que persisten. Suele comenzar en personas de mediana edad o de edad avanzada, y es menos común que la esquizofrenia. Se distingue de la esquizofrenia por la presencia de delirios sin ninguno de los otros síntomas de psicosis (por ejemplo, alucinaciones, habla desorganizada o comportamiento desorganizado). Se trata de delirios que por lo general son únicos, bien estructurados, sistematizados, por lo que pueden llegar a ser creíbles en algunos casos, al menos al inicio de la enfermedad.
Los delirios pueden incluir situaciones que podrían ocurrir en la vida real, como ser perseguido, envenenado, infectado, amado en secreto, ser una persona que ha realizado grandes inventos, o que tiene grandes propiedades y es inmensamente rica. O pueden comportar situaciones cuya ocurrencia es muy poco probable, como que a la persona le extirpen órganos internos sin dejar cicatriz.
La diferencia entre un delirio y una falsa o equivocada creencia es que la persona sigue creyendo en el delirio a pesar de que todas las pruebas lo contradigan claramente.
Volvamos al zapatero de mi historia, que ya termina su faena. Mis zapatos lucen horribles.
Lo he visto otras veces con su pequeño cajón de limpiabotas. Camina muy lento, pensativo. Yo sé lo que piensa, pero no he vuelto a él porque aprendí mi lección: me limpio mis zapatos mientras que, desde, la nostalgia regresan las imágenes entrañables de Mauro y Ñango, los zapateros de mi infancia.
Los psiquiatras lo que usan es “pastillitas” y “jarabe de pico”
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