¿Qué es el Helicobacter Pylori y a quién afecta?

En este artículo vamos hablar sobre uno de los grandes enemigos de los gastroenterólogos: el Helicobacter Pylori tiene en el estómago humano su único reservorio conocido. Los mecanismos de transmisión plantean dudas, considerándose relevante en países desarrollados la transmisión de persona a persona por las vías fecal-oral y oral-oral. En países en vías de desarrollo, la contaminación del agua o los alimentos tendría mayor interés. El Helicobacter Pylori, tras alcanzar el estómago humano, se protege del ácido gástrico creando un «microclima» alcalino por la actividad ureásica, se desplaza gracias a sus flagelos atravesando la capa de moco y se adhiere a receptores específicos del epitelio gástrico, originando una respuesta inflamatoria del hospedador de intensidad variable.
Es una bacteria muy frecuente en nuestro medio cuya infección se relaciona con el desarrollo de gastritis crónica y úlceras pépticas gastroduodenales. Afecta aproximadamente al 50% de la población mundial, siendo la infección bacteriana más frecuente. Se considera que actualmente hay alrededor de 3,8 millones de personas infectadas, detectándose en todos los países del mundo, a cualquier edad y sin diferencias entre sexo, afectando por igual a hombres o mujeres.
La prevalencia de la infección varía ampliamente en distintas áreas geográficas, según su nivel socioeconómico y las medidas de salud pública adoptadas por los distintos países.
¿Cómo se transmite?
Presente en la saliva, las heces y la placa dental, el contagio de Helicobacter Pylori puede producirse entre personas por contacto directo con la saliva, el vómito o la materia fecal especialmente, cuando la persona portadora no se lava bien las manos tras cada deposición. También puede ocurrir cuando alguien toca un objeto contaminado, como una toalla, y luego se lleva las manos a la boca. Sin embargo, no se conoce exactamente su mecanismo de transmisión.
La infección suele producirse en la infancia, mientras que es raro que pase en la edad adulta. En los países desarrollados, normalmente tiene lugar en el ámbito familiar, entre padres e hijos o hermanos, donde existe contacto en forma de beso y se comparten objetos con frecuencia. También puede darse entre las personas que viven en residencias de ancianos y otros recintos donde es habitual el contacto cercano.
En los países en vías de desarrollo, en cambio, es más común que el contagio se produzca a través de alimentos o aguas contaminadas con heces (vía fecal-oral). En todo caso, el riesgo de contraerla es mayor para las personas que viven en condiciones de hacinamiento o insalubres, sin acceso a agua limpia y potable, al igual que para quienes conviven con una persona que ya padezca la infección. De hecho, la prevalencia de la infección por esta bacteria se acerca al 80% en las naciones poco desarrolladas, de acuerdo a la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD).
Los animales domésticos no son portadores de la infección por lo que no pueden contagiar. El riesgo de transmitir la infección disminuye con la mejora de las condiciones socioeconómicas y medidas de higiene.
¿Qué síntomas y enfermedades produce?
- Hinchazón, ardor o dolor en el abdomen tras las comidas.
- Pérdida de apetito y de peso.
- Eructos, náuseas y vómitos.
La llamada gastritis erosiva: que consiste en el desgaste o afinamiento de la capa de mucosa que reviste el estómago por dentro.
Úlcera péptica o gastroduodenal: debida a que la Helicobacter Pylori aumenta la producción de ácido y de toxinas en el estómago y altera sus defensas. Esta úlcera se trata de una llaga más o menos profunda en la mucosa que recubre el estómago y que puede manifestarse con sensación de saciedad precoz al comer, problemas para beber la cantidad habitual de líquido, hambre o sensación de vacío en el estómago entre una y tres horas después de comer, acidez, náuseas leves, dolor en el estómago o en el tórax y pérdida de peso. Si hay sangre en el vómito o las heces, puede ser una señal de que la úlcera ha producido una hemorragia o perforado u obstruido el estómago. En este caso, debemos solicitar de inmediato asistencia médica.
Por último, aunque sea mucho menos frecuente, la infección de esta bacteria puede llevar a desarrollar ciertos tipos de cáncer gástrico. Pero, no hay que ser alarmistas ya que el riesgo de sufrir esta enfermedad es muy bajo, incluso en quienes están infectados por esta bacteria. No obstante, en algunas ocasiones teniendo en cuenta la sintomatología y otros factores del paciente, el médico valorará la necesidad de realizar algunas pruebas para descartarla.
¿En qué momento suele provocar el Helicobacter Pylori una úlcera?
Es una bacteria muy frecuente en nuestro medio que se ha adaptado a vivir en el ambiente ácido de la cavidad gástrica, localizándose en la capa más superficial de la mucosa gástrica. Puede provocar que el estómago sea más vulnerable al daño ácido-péptico ya que puede liberar enzimas y toxinas provocando una reacción inflamatoria que puede producir lesiones como gastritis y úlceras gastroduodenales.
Los factores medio ambientales que pueden favorecer la aparición de úlceras en pacientes con la infección son: tabaquismo, ingesta de alcohol, bajo nivel socioeconómico, malos hábitos nutricionales e higiénicos y patologías previas. Las úlceras se producen en mayor frecuencia en la edad adulta y en pacientes con antecedentes previos de úlceras pépticas.
¿Qué pruebas se realizan para detectarlo?
Existen distintas formas de estudiar la infección. Se pueden utilizar pruebas invasivas como una gastroscopia con biopsias que identificaría el germen al estudiarlo en microscopio o con una prueba rápida de ureasa. Habitualmente se utilizan pruebas no invasivas como el Test de aliento, detección de antígenos de Helicobacter Pylori en heces o anticuerpos en sangre. Actualmente la prueba más adecuada por su comodidad, alta capacidad diagnóstica y bajo riesgo es el Test de aliento con urea marcada con 13C.
¿Cuál es su tratamiento?
El tratamiento es complejo y siempre debe estar supervisado por un médico. Actualmente, el objetivo que se exige a los tratamientos erradicadores es que su eficacia erradicadora sea igual o superior al 90%, lo que hace que sea imprescindible optimizar los tratamientos para esta infección. Para ello, es necesario aplicar una serie de medidas como son la selección de los antimicrobianos más eficaces en función de las tasas de resistencia bacteriana en el medio geográfico en donde se aplica el tratamiento para Helicobacter Pylori, incrementar el número de antimicrobianos utilizando terapias cuádruples, prolongar la duración de los tratamientos durante 14 días y utilizar las dosis adecuadas de los medicamentos. Es necesario también optimizar la inhibición ácida gástrica empleando inhibidores de la bomba de protones en dosis elevadas.
Existen diversas líneas de tratamiento con distinta combinación de fármacos durante 10 a 14 días. Se administra un fármaco que disminuye la secreción ácida en el estómago (omeprazol, lansoprazol, esomeprazol o similares), junto con varios antibióticos, los más habituales son amoxicilina, claritromicina y metronidazol. En caso de alergia a penicilina, resistencia bacterianas o fracaso de tratamiento previo se utilizarían otros antibióticos como el levofloxacino o tetraciclina, asociado o no a bismuto. Actualmente existen formulaciones farmacéuticas que combinan dichos medicamentos, facilitando su administración.
Por otro lado, hay evidencia disponible que muestra como la utilización de probióticos (específicamente seleccionados) como adyuvantes del tratamiento incrementa las tasas de erradicación y disminuye los efectos adversos de los nuevos tratamientos erradicadores.
Es imprescindible asegurar una correcta adherencia a los tratamientos pautados, utilizando para ello todas las herramientas disponibles, ya que si no se realiza el tratamiento de forma adecuada pueden aumentar las resistencias bacterianas y hacer aún más difícil erradicar la infección.
¿Debemos confirmar que hemos curado la infección por Helicobacter Pylori?
Sí, siempre debe confirmarse la erradicación de la bacteria pasado al menos 1 mes tras finalizar el tratamiento. Si el tratamiento ha tenido éxito, es muy poco frecuente que se vuelva a contraer la infección.
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